domingo, 27 de enero de 2013

Gracias por luchar por nuestros derechos


                                  Lucha contra los desahucios delante de Bankia en Madrid

Recuerdo hace una década, quizás más.  Pasear por las calles del centro de Madrid y encontrarme de pronto con una tienda de campaña prácticamente envuelta en cartones y sábanas con consignas. Una mesa con hojas y una o dos personas detrás cuyos rostros personificaban algún tipo de desgracia, algún tipo de lucha que me era completamente ajena. Quizás volvía la vista con curiosidad,  recuerdo acercándome, pero no puedo ni haciendo un esfuerzo de memoria, acordarme de ninguno de los motivos por los que aquellas personas estaban allí.
En democracia siempre ha existido esa manera de reivindicar,  no saliendo a la calle, sino “estando” en ella, tomándola, usándola, transformándola y comprometiéndola a favor de la causa por la que se lucha. Siempre existió desde que tengo uso de razón, y sin embargo esa realidad nuca fue tan cotidiana como lo es en estos momentos.  A nadie le extraña ya ver en cualquier calle de Madrid, a un grupo de personas organizadas detrás de una tienda de campaña o de una mesa de firmas. Y los mensajes de sus pancartas no necesitan de ninguna explicación   porque la realidad de la que hablan nos toca a todos.
Voy a mi ambulatorio y tardo veinte minutos en recorrer los 50 metros que hay hasta la puerta del médico leyendo las consignas y recortes de periódicos de la pared a favor de la sanidad pública. Son mensajes claros, insultos, chistes, y mientras los observo en mi mente formulo la que colgaré en mi balcón si algún día no hay nadie para atenderme allí, si algún día me hacen sacar un sólo euro de mi bolsillo para pagar una consulta. Esas pancartas obligan a cualquiera de las personas de la sala de espera a esperar indignándose, a olvidarse de su propio  malestar para sentir el de todos.
 Aún con el problema de la sanidad en la cabeza, me tropiezo de camino al trabajo, con un  campamento de trabajadores afectados por un despido masivo. Lo identifíco de lejos porque una gran columna de humo lo corona, ya nada me sorprende. Entonces me paro a leer los carteles con las que las más de 200 personas despedidas de la fabrica ROCA en Alcalá de Henares han adornado su asentamiento para protestar. “ORCA” así han rebautizado a la empresa que les ha dado trabajo hasta hace poco. "Suena fuerte esa palabra", pienso, pero acaso ¿no tenemos todos nuestra propia soga al cuello a punto de ser apretada en cualquier momento? Me doy cuenta de que hay ahora una comprensión hacía la desgracia ajena que antes no había. Se produce sutilmente y de manera poco consciente. Que mi desdicha es la misma que la de los demás o que puede llegar serlo y que no es conveniente que ignore el sufrimiento ajeno puesto que éste es el mismo que padezco yo y el de la gente a la que quiero.
No sé si es solidaridad pero las personas que llevan 95 días acampadas en la calle Celenque de Madrid, delante de la sede de BANKIA y que luchan por encontrar una alternativa a los desahucios, me dicen que es asombrosa la cantidad de gente que se interesa por ellos, desde la vecina de la tienda de enfrente quien les lleva un termo  todos los días, hasta ciudadanos anónimos de diferentes partidos políticos (sí, también de derechas) que firman, les preguntan, se interesan  y les hacen donaciones apoyando la causa por la que están allí.
Siempre ha habido desahucios en España y sin embargo parece que ahora de pronto todos entendemos lo que supone quedarte sin tu piso. Siempre ha habido paro y mucho en este país,  pero  es ahora cuando comprendemos la enorme desgracia que puede ser no  encontrar un trabajo digno con el que poder ganar suficiente dinero para poder vivir. ¿Qué ha pasado para que podamos ponernos en la piel de los demás aún no estando afectados por sus mismos problemas?
Lo que pasa es que aquello con lo que empatizamos los españoles no es con el problema del otro, si no más bien su indignación.  Porque a todos nos afecta en alguna medida el maltrato social del que estamos siendo víctimas. A unos les golpea en el pecho, a otros en la espalda, a otros en la cabeza y los golpes vienen así, sin avisar y no hay lugar en el que esconderse de los golpes. Me alegra comprobar cómo la indignación va extendiendo su efecto contagioso entrando en lugares hasta los que nunca había llegado.
Conversando con los compañeros  de Stop Desahucios y la Plataforma del 15 M me asombra ver que la mayoría de los que están allí son extranjeros, Ecuador, Santo Domingo, Perú. Gente doblemente afectada por las tropelías de estos gobiernos y por los embates de la crisis. Mucho se ha hablado, y quiero poner un punto de atención en esto, sobre los extranjeros, que a causa de la crisis, regresan a sus países. Pero ¿Quién ha hablado sobre los inmigrantes que se quedan a luchar por los derechos de todos en España? ¿Quién habla de los que salen a la calle y se convierten en motores de las movilizaciones sociales? De las 7 personas que estaban en Celenque el día que los entrevisté, cinco eran de otros países.  Personas que están poniendo sus capacidades y toda su energía en producir cambios que beneficien no sólo sus propias vidas, si no la de todas las personas que vivimos en este país. Ellos, con su esfuerzo universalizan la solidaridad, la sacan de lo local, de esa forma de pensar tan propia de nuestra especie: “yo” “mi país” “mi casa” “mi trabajo” “mis hijos”.

Desde aquí un aplauso para estas personas que han entendido que sólo cuando empecemos a manifestarnos por los hijos de los demás, sólo cuando la reivindicación sea por “nuestra salud” y no por la “mía”, sólo cuando el minero esté presente en las manifestaciones de los funcionarios, y me importe tanto mi trabajo como el del desconocido, sólo entonces el cambio será posible. Un reconocimiento para los ciudadanos que sin estar afectados por los desahucios, unen sus cuerpos delante de la policía para impedirlos. Para los que se quedan tres meses en invierno debajo de una tienda de campaña día y noche no reclamando por sus derechos, sino por los de todos.  Gracias a todas las personas que un día decidieron salir de su casa para no volver a entrar, hasta que los poderes responsables de sus problemas, no resolvieran las injusticias de las que habían sido víctimas. Gracias porque todos vuestros logros han creado precedentes de los que nos beneficiamos todos.
 No creo que cada ciudadano deba montar un campamento ni  poner a disposición de la gente una hoja de firmas como forma de protesta.   Pero es absolutamente imprescindible en estos momentos, pararse a pensar ¿CUÁL ESTÁ SIEDO MI APORTACIÓN EN ESTA LUCHA POR ALANCANZAR EL BIENESTAR COLECTIVO? Hay tantas cosas que individualmente podemos hacer cada día, que probablemente estés haciendo más de una sin ser consciente. Hazlo consciente.  Yo desde aquí ya os digo GRACIAS por luchar por mis derechos, gracias.



* Todos los artículos de este blog, recogen mis experiencias personales y mi manera de interpretar aquello que vivo, la cual no tiene porque coincidir con la del resto de personas que lean mis palabras. No pretendo ofender a nadie, esto es sólo el reflejo, de una forma de sentir.

3 comentarios:

  1. Es imposible quedarse indiferente con tus entradas. Y me gusta especialmente la reflexión sobre los inmigrantes. Estoy harta de que por lo bajini (porque no es políticamente correcto hacerlo a voces), muchos los pongan a parir sin darse cuenta de lo mucho que han hecho y hacen por este país.
    Un beso.

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  2. Muchas gracias por tus comentarios, la verdad es que lo que hagamos por visibilizar este problema es poco. Acercarnos a la gente que está en esta lucha y darles nuestro apoyo es importante, hoy son ellos quedándose sin piso, mañana eres "tú" quedándote sin sanidad o sin educación gratuita para tus hijos...

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  3. Mar FS, tu blog se merece más que cualquier otro que se le mencione, que se le premie. Aquí está mi pequeño reconocimiento:

    http://esanenaquevivedentrodemi.blogspot.com.es/2013/02/revoltijo-de-premios.html

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