viernes, 30 de agosto de 2013

Ahora Senegal

Hace cinco meses  eran las doce de una noche fría y húmeda en Madrid debajo del viaducto. Cómo siempre media docena de africanos subsaharianos dormían enfundados en sus sacos de dormir, ahogados entre mantas y cartones. Pero no todos, algunos estaban despiertos y es así como empecé a hablar con Dudu, un joven senegales. Le conté mis ganas de conocer África, de irme a vivir a Senegal, "¿crees que podré encontrar trabajo allí?" el se reía, decía que era importante tener contactos y creo que se sorprendía de que quisiera mudarme a un país africano. Me habló de su ciudad Touba y me dijo que le llamara si algún día iba a Senegal y él me pondría en contacto con su familia. "Allí la gente no es como aquí", me dijo, "si no tienes casa, ellos te acogen C'est la Teranga mon amie" 

Hablamos mucho a pesar del frío, me costaba entenderle, entonces yo ya deseaba ir a Senegal y había empezado a mandar CV a Dakar con gran escepticismo, pero muchas ganas...un sueño que empezó hace cuatro años, un sueño como otro cualquiera.

 Ahora estoy en Senegal, desde aquí firmo estas palabras. Cambié de cultura, de país, de lengua y de trabajo, pero no han cambiado mis ganas de escribir. Hace cinco meses, sentada debajo de un puente en Madrid ofrecía un café y galletas a un grupo de subsaharianos sin papeles, sin trabajo, sin casa. Ahora ellos me ofrecen su calor, su comida, su música y su amistad y lo narro todo AQUÍ










Sobre mi encuentro con senegaleses he escrito más AQUÍ

miércoles, 19 de junio de 2013

Rosas con espinas

 Ahora que estoy otra vez en el bendito paro, he decidido entre otras, cosas dedicarme plenamente a mis pasiones. Escribir es una de ellas, e implicarme en realidades sociales desconocidas es otra. Hace unos meses que mi compañera de ruta del voluntariado de personas sin hogar y yo, decidimos ir a conocer todos los recursos que existen en Madrid ciudad para albergar y amparar a las personas que se encuentran en esta situación. En las próximas semanas, voy a hablar de algunos  de ellos y de las impresiones que me causaron.
El centro de acogida municipal “Las Rosas”
Fue el primero que visitamos, pues conocemos a una mujer en situación de calle desde hace muchos años, que va allí a dormir, si es que se puede dormir en un lugar así… 
El albergue de La Rosas es un centro de acogida de los llamados de “baja exigencia”. Según la definición del Ayuntamiento de Madrid esto quiere decir que: “proporcionan prestaciones básicas (alojamiento, manutención, aseo...) a quienes presentan un mayor grado de deterioro personal y social”. Según los voluntarios que lo visitamos quiere decir: Lugar al que envían a los más desahuciados entre todos los desahuciados, aquellos con los que el CAD no puede lidiar, aquellos a los que el SAMUR SOCIAL no tiene ni tiempo de acercar al albergue cuando están borrachos tirados en la acera. Los horarios y las normas son más flexibles para los usuarios que se “benefician” de este recurso. Menos exigentes en definitiva para aquellos a quienes la sociedad no sabe dar una solución a su proceso de exclusión.
De lo primero que me di cuenta cuando entramos, es que Las Rosas es un nombre demasiado bonito para un lugar tan lúgubre y trágico como ese. Las instalaciones están viejas por descuidadas, las paredes deslucidas,  el suelo machacado y la iluminación invita al sopor. Es un sitio pequeño, con baños que deben ser reformados y habitaciones que son literalmente un almacén de butacas viejas. No hay camas, sólo estos asientos que parecen sacados de un vertedero, más o menos cinco por sala, y nada más, aparte de la consigna y una sala dónde se sirve la comida  oscura, como la vida de las personas que intenta albergar.
 Varias personas en un estado visiblemente deteriorado esperando el turno de la comida del mediodía, dormidos sobre la mesa o con la mirada perdida, formaban parte del resto de la escena cuando entramos. Casi inmóviles, como si no esperaran ya nada de la vida más que lo que está les quiera regalar, como un puñado de butacas viejas esta vez cortesía del Ayuntamiento. "Gracias". Sí porque encima tenemos que dar las gracias porque exista un recurso municipal que albergue a estos “vagos alcohólicos”. 
No sé...¿sabéis cual fue exactamente mi sensación al ver aquel panorama? Porque tengo una definición muy gráfica del asunto: Que esas personas estaban siendo tratadas  como ese par de botas  viejas y gastadas  que ya hace tiempo que no te pones, y que cada invierno arrinconas para no verlas al fondo de tu zapatero ignorándolas por completo hasta que un día te acuerdas y las tiras. Pues eso.
Me pregunto si a la señora Ana Botella le gustaría que su madre o su padre durmieran en un lugar así. Llamo para informarme si en el tiempo que lleva como alcaldesa de Madrid ha visitado este lugar subvencionado por su Ayuntamiento, como si lo hizo con el Albergue de San Isidro y me confirman que no. Porque, y esto lo añado yo, no hay en La Rosas ni un solo rincón en el que hacerse una foto oficial lo suficientemente bonita como para presumir de su visita delante de los medios.
Lo único que dignificaba el lugar eran, además de las personas que viven y son cogidas allí, sus trabajadores, los cuales no dudaron en mostrarnos las instalaciones y charlar de las carencias y problemas del centro. Ellos también han acusado la crisis, no hay dinero para contratar a más personal, la calidad y cantidad de las comidas ha ido decayendo en el último año y la falta una buena reforma en el baño y las habitaciones era evidente. 
La sensación después de salir de allí era extraña. ¿Debía estar contenta?¡Que bien que existan recursos para la gente sin hogar !o…no. No así. El centro de Acogida Municipal de Las Rosas, es un lugar para indigentes, no para PERSONAS. Y más que un lugar para albergarlas es un lugar de castigo que les recuerda continuamente su condición y sus circunstancias.
Así que no pienso caer en la autocomplacencia que observo en tanta gente ni en el conformista agradecimiento a las administraciones que nos proveen de recursos sociales indispensables y propios de una sociedad desarrollada.
No quiero que mi dinero sea para pagar malos sueldos a grandes profesionales, escasa comida a gente que no la puede tener, y estropeadas butacas para dormir. Que haya recursos sociales no quiere decir que éstos no puedan mejorar y nuestro deber es exigir más, exigir lo mejor y denunciar aquello que está muy lejos de serlo.


Sobre mi voluntariado con personas sin hogar he escrito más AQUÍ 

* Todos los artículos de este blog, recogen mis experiencias personales y mi manera de interpretar aquello que vivo, la cual no tiene porque coincidir con la del resto de personas que me lean. No pretendo ofender a nadie, esto es sólo el reflejo, de una forma de sentir.

lunes, 27 de mayo de 2013

Como un juego de niños


Me es muy difícil escribir sobre mi trabajo con los niños porque siempre que lo intento siento que no soy capaz de reflejar lo que me apasiona esta actividad. Aunque soy consciente de que la tengo altamente idealizada, como todo lo que me gusta, no me importa, como “personalidad idealista” me va bastante bien en la vida y no veo la necesidad de cambiar en este aspecto. 

Hace poco, saliendo precisamente  de una de las clases de teatro que doy, me sobrevino el pensamiento de que si fuera posible capturar la esencia de mi misma y encerrarla en algún lugar, una vez descartado todo lo demás, quedarían sólo dos cosas: La introspección, y mi amor por los niños con los que trabajo. Básicamente soy eso y no hay ninguna arista ahí que pulir, no sé si me explico, quiero decir que si  tuviera la certeza de para que vine esta vez al mundo, la respuesta sería: para experimentar el animal que soy, y para tener la oportunidad de trabajar con niños. Podré equivocarme y arrepentirme de todo lo demás que acontece en mi vida, pero en estos dos puntos no hay error alguno. Muy cerca de esta sensación, se encuentra también la de acercarme a realidades sociales paupérrimas y el soñar con transformarlas. Pero advierto moviéndome en ellas que todavía hay demasiada aflicción, a menos que se trate de niños, estar cerca de los cuales, sea en las circunstancias sociales que sean, siempre me produce alegría. 

Pienso que podría escribir un extenso y sincero libro sólo con la experiencia de  los últimos ocho meses en mi taller de teatro, e incluso cabe la posibilidad de que pudiera llegar a ser entretenido. Cada lección que aprendí de los niños sería un capítulo. En realidad no se trata de una vivencia extraordinaria, ni nada que no se haya dicho y hecho antes de  maneras diferentes. Tengo que confesar que me da mareo ver la cantidad de libros sobre educación que se publican cada año (lo mismo me pasa con los de espiritualidad y autoayuda). Cuando estoy en una gran librería entre tantas palabras me dan ganas de no volver a escribir ni una más. Está claro que todo lo que yo he vivido y sentido ya lo experimentaron y escribieron otros. Creo francamente que hay que tener un ego grade y en forma para escribir y publicar algo que crees que va a destacar entre todo lo demás, pero aunque pienso esto soy incapaz de dejar de escribir. Será porque soy idealista...

Con los niños todo es tan fácil en algunos aspectos... trabajar con ellos es tener la posibilidad de vivir en una fantasía perpetua, sobre todo si realizas el tipo de trabajo que yo hago. Supongo que cuando educas a tus hijos es bien diferente a enseñar durante 4 horas teatro a la semana. No quiero insinuar que la labor de educar y enseñar no sea ingrata a veces por supuesto, ni que sea lo mismo dar una lección de matemáticas que una clase de danza, pero la mente de niño es por naturaleza divertida y guasona hasta  que la lógica y la identidad se desarrollan.

Si escribiera un libro sobre mi experiencia con ellos, dedicaría un capítulo a la educación en el amor y la compasión. Me importa un pimiento si la bondad o la maldad forman parte de nuestra naturaleza humana, esta es una discusión que no terminará nunca. Yo lo único que sé es que hace varios meses, mientras desarrollaba la clase de teatro, uno de los niños se cayó al suelo de una manera ridícula. Como era de esperar, ésto hizo estallar instintivamente la risa de sus compañeros, sólo tienen seis años y que se resbalen o no controlen cien por cien el espacio es habitua a esa edadl. Lo que no se dieron cuenta es que su compañero se había hecho daño de verdad y estaba llorando. Tuve que interrumpir la clase y ponerlos en círculo para explicarles muy seria que cuando alguien se caía, lo primero que debíamos  hacer era acercarnos a ver si esa persona se encontraba bien, porque por muy graciosa que nos hubiera parecido la caída, podía ser que la otra persona se hubiera hecho mucho daño, y eso no era divertido. Les expliqué que la risa era un impulso natural y no tenían que ocultarla, pero que la risa también podía herir y hacer sentirse mal a alguien en esa situación. Les dije que cerraran los ojos y recordaran como se sentían cuando se caían al suelo. Todos me contestaron que muy mal y empezaron a contar un montón de anécdotas a la vez que mostraban las cicatrices de sus recientes caídas.

Desde ese momento, no ha habido ni una sola vez en el que un compañero se haya hecho daño y todos los niños que lo han visto no hayan ido corriendo a preguntarle si estaba bien. Tanto es así que llegados a este punto, puedo confesar que ellos están mucho más pendientes del dolor de sus compañeros que yo misma que no le doy importancia a la mayoría de sus tropiezos. Muchas veces después de preguntar a su amigo“¿te has hecho daño?” me miran para que les dé mi aprobación. “Muy bien Yassine, lo primero que has hecho es preguntar si se ha hecho daño el compañero, eso está muy bien” 

 Pero lo que más me conmovió de toda esta historia, fue un día en el que jugando en el gimnasio con ellos, me di un fuerte golpe en la rodilla contra uno de los  bancos de madera( la veces os adultos tampoco controlamos el espacio ;) entonces varios niños se acercaron a mí y poniéndome la mano en el hombro me preguntaron: “¿estás bien profe, te has hecho daño?” Y entonces sentí que  la vida era una cosa bonita y vivirla un juego de niños.




"Sólo el sentimiento de responsabilidad total para con toda la humanidad, que es amor, puede transformar las bases del actual estado de la sociedad"
                     J.Krisnhnamurti



 


Sobre clases de teatro a niños, he hablado más AQUÍ

 * Todos los artículos de este blog, recogen mis experiencias personales y mi manera de interpretar aquello que vivo, la cual no tiene porque coincidir con la del resto de personas que lean mis palabras. No pretendo ofender a nadie, esto es sólo el reflejo, de una forma de sentir.

viernes, 24 de mayo de 2013

Noches de Voluntariado


Hay días dónde la noche de voluntariado se complica más de lo deseado. Noches en las que la realidad  cae sobre ti como una piedra en la cabeza, lanzada con intención de matar. En esas ocasiones la noche termina con una imposibilidad absoluta por parte del voluntario de expresar con palabras lo que siente. 

Esto me enerva, que no hayamos sido capaces de encontrar un término apropiado para cada emoción. Se nos quedaron tantas por nombrar… Si existieran todas las que me faltan, ahora podría usarlas sin dar tantos rodeos, y sin tener que recurrir a un jodido sinfín de metáforas para decir simplemente que hay noches de voluntariado dónde el corazón te lo pone difícil. El corazón sí, actuando en connivencia con el cerebro, le otorga un dramatismo añadido a esas noches en las que todo parece injusto, oscuro y resignado, y la raza humana egoísta e inepta para la supervivencia. Noches pesadas dónde el más mínimo “accidente” trastoca la superficial armonía emocional en la que se mueve el grupo. Se rompe el pacto, los roles se difuminan.

Se puede llegar a no juzgar la realidad que te rodea, la aceptas  y la vives de la manera más alegre y positiva posible, seleccionando sólo lo mejor. No es idealismo, es la verdad, incluso en la más terrible de las circunstancias se puede, nosotros voluntarios incansables de las noches, lo hacemos. No hay separación ni juicio en esos instantes  maravillosos, pues no hay más posibilidades de las que están ocurriendo.  No existe la posibilidad de “tenemos que hacer algo” ni la sensación de “esto no es suficiente”, no existe “¿por qué?”, no hay cabida para “deberíamos…”. Pero ese equilibro a veces se pierde tan rápido como avanza la noche…

R se reía en su tienda de campaña hablando de su grave enfermedad, quitándole importancia a su sufrimiento, resignada y cambiando de tema. Que le está gustando Cumbres Borrascosas que curiosamente ¡es mi libro favorito! Y si no has leído Jane Eyre de Charlotte Brönte vas a alucinar en  serio te lo voy a traer el próximo día ¿Y dónde tienes todos los libros que te regalan mujer? No lo puedo creer pero me decías que estás muy enferma y cómo te ríes a pesar de todo dame un abrazo no lo puedo creer estoy más triste que tú  estoy triste. Estoy triste. 

Esta conversación me ha puesto triste a pesar de que tú reías. O tal vez esta especie de melancolía venga de lo que vi unos minutos antes: a una anciana desecha, borracha y magullada, perdida casi la consciencia, recostada sobre mi compañera que sólo intentaba salvarla de algo, de la noche o de ella misma. Le hablaba, devolviéndole la dignidad con cada uno de sus gestos, recordándole que era una persona, ¿no te acuerdas? Eres una mujer, estás viva. Pero yo me fui, y ahora pensaba que no había sido R con la descripción de su cirrosis terminal lo que me había dado ganas de llorar, si no toda esa escena. O espera, espera un momento, quizás debiera ir unos minutos más atrás, pues me había conmovido de forma inesperada también que P hubiera estado ingresado ese fin de semana en el hospital y ahora estuviera de nuevo y aún sin recuperar, en la calle.  

Había sido una buena mañana y un mejor fin de semana. Pero el equilibrio existe en el presente, sólo en las hipótesis se genera el conflicto. Fue comenzar a juzgar la realidad y empezar a sufrir. 
Mi compañero y yo no dudamos en alimentar nuestras creencias acerca de lo que habíamos visto hasta nuestra siguiente parada. Es como un ritual, el grupo nocturno se refuerza en sus teorías y conjetura para inventarse las piezas del puzle que le faltan, necesitamos ver la imagen completa para entenderla y de 500 piezas nos faltan la mitad, así que “bla, bla, bla” Lo bueno y lo malo, lo deseable y lo indeseado…

Una de las personas que visitamos en la calle
En esas noches piensas en la muerte, crees que sabes y no te equivocarás, que algunas de esas personas a las que visitas en la calle, morirán enfermas y solas hasta que alguien las encuentre. Y entonces entran en juego los jodidos porqués de la vida, que porqué esto y no aquello otro, que porqué él y no tú… no hay quien pare esta lógica cuando empieza a funcionar.

Y sin embargo, yo sabía que no había nada malo en aquella noche, ni nada más erróneo que mi interpretación del mundo. Que la gente esté enferma y sóla en la calle, es terrible, es síntoma de una sociedad equivocada, lo que te acaba de contar R es tan fuerte e inaceptable que sólo puede causarte pesar. ¡Todos los que duermen apacibles o atormentados en sus camas en estos momentos, deberían salir de ellas para buscar una solución y acabar con tanta miseria!. ¡Y cuánto más podría hacer yo!

Nada. Porque las posibilidades son algo que no existen más que en nuestra mente. Nada absolutamente más de lo que estaba ocurriendo esa noche podía ocurrir. Incluso mi tristeza era perfecta. Pensé que no podría continuar, que no quería y además había empezado a entender. El panorama de debajo del viaducto era el habitual. Media docena de africanos embutidos en sus sacos de dormir, nosotros que nos acercamos a ofrecerles un caldo y una charla. Pero esta vez dormidos. Todo se me antojó peor, más lúgubre y abandonado que nunca. Fue breve esa parada y me alegré. Y ya entendía, ya lo sabía, y todas las palabras de después fueron más bla bla. Que no había nada triste afuera, nada con lo que identificarse, ni nada que rechazar. Y que había más emotividad de lo habitual sí, pues hay noches de voluntariado dónde tu mente, corazón, ¿mente? ¿corazón? No sé bien la diferencia… se complica más de lo deseado.

Y esa noche de vuelta a casa no hubo preguntas, pero quedó todo lo demás. 



Sobre mi voluntariado con personas sin hogar he escrito más AQUÍ 

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Efectos y afectados

Los lunes por la noche duermo mal. Tengo sueños agitados y el martes suele por ello, ser un día regular. El culpable de que esto sea así son el Gobierno de España y de la Comunidad de Madrid y las personas del Ayuntamiento que en los últimos dos años han decidido rebajar salvajemente la partida presupuestaria relativa a asuntos sociales. Que unos  hij... de p... anden tranquilamente decidiendo cosas que me afectan profundamente me molesta y me agita. (Tengo que aclarar, que he intentado y prometo que he puesto todos mis esfuerzo en ello, escribir este artículo sin proferir insultos, pero no he podido, siempre que hablo de los cambios sociales que están ocurriendo en mi país se enciende una llama en mí, la próxima vez intentaré mejorar, no arder tan rápido)

Esta agitación de la que hablo tiene su máximo apogeo los lunes a las doce de la noche, hora en la que vuelvo a casa después de compartir algunos momentos con personas que se ven obligadas a dormir en la calle y con el resto de mis compañeros voluntarios. Y menos mal que el trayecto en metro es corto, porque es tal la retahíla de pensamientos y emociones que se me acumulan durante él, que si durara tan sólo unos minutos más me daría un ataque de ansiedad ahí mismo. Si viviera en un mundo dónde la justicia fuera justa y perdón por la redundancia, prometo que denunciaría al gobierno de España en su conjunto por causarme tal desazón, como no puedo, al menos como diría el poeta Blas de Otero, "Me queda la palabra"
 
Y es que también parecían sólo palabras y en algún momento no fueron más que eso, los anuncios semanales a los que nos acostumbró la portavoz del gobierno, (de la que también podría hablar mal pero para que manchar este blog de esa manera),tan sólo palabras fueron, y sin embargo los nefastos efectos de lo prometido hace un año ya están aquí. 


Porque el retroceso social que nos están haciendo vivir ha dejado de ser palabra y papel para convertirse en caras y en nombres propios. Y yo lo constato en su forma más dramática en esas salidas nocturnas de los lunes, dónde compruebo empíricamente como las decisiones de un grupo de personas afecta de la peor manera posible a la vida y a la dignidad de otras.  


De  esta manera, conocemos sin quererlo a A. que vio interrumpida su recuperación del alcoholismo, porque el programa en el que estaba de la ONG Proyecto Hombre, tuvo que cerrar al dejar de recibir la subvención que la sostenía. “Estaba muy contenta e integrada allí, trabajaba en la cocina y me sentía mejor, pero de pronto un día vino el director llorando diciéndonos que tenían que cerrar el proyecto por falta de subvención y nos teníamos que ir”.  A. está viviendo en una tienda de campaña ahora en un parque con su pareja, después de que la campaña de invierno para personas sin hogar tocara a su fin y cerrara el albergue en el que dormía, el cual estará si usar hasta el invierno que viene…
A. es joven y está muy bien físicamente, pero una vez tuvo un problema y cayó en el alcoholismo. El alcoholismo es una enfermedad. La gente que es alcohólica necesita ayuda, y como en cualquier enfermedad algunas personas se curan y otras no, pero al alcohólico se le añade un estigma social que requiere un fortalecimiento en su proceso de reinserción muy concreto, esta atención especializada está dejando de existir con los recorte sociales, como tantas otras cosas que nos pasan desapercibidas.
 A. está esperando que el CAD (Centro de Atención a drogodependientes), le busque un recurso para poder albergarse en un piso. Pero debido a los recortes, hay lista de espera para poder ser beneficiario de uno de estos pisos. También hay lista de espera para tener una cama en un albergue, y lista de espera para obtener la tarjeta de día que da derecho a comer allí. Y sin embargo, la Comunidad de Madrid cerró 3 CAD haceseis meses considerando que no era necesarios, bajo no sé muy bien qué criterio subjetivo.

Tan solo unos momentos después de conocer la historia de A., conversábamos con otras dos personas que nos comentaban que hasta hacía pocos meses había estado haciendo talleres ocupacionales en la ONG RAIS, que había dejado de recibir la subvención que les permitía  continuar con esa actividad. La historia se repetía, el responsable, trabajador social que llega y muy afectado se ve en la obligación de decir a  los beneficiarios con los que lleva meses o incluso años trabajando, que tienen que cerrar el proyecto (de lo que sentimos los trabajadores del ámbito social cuando nos apartan por falta de subvención de los proyectos en los que llevamos trabajando años, escribiré en otro artículo, pues ese es otro “drama escondido").

Largas esperas para que el SAMUR SOCIAL llegue porque no dan abasto atendiendo en la zona, y albergues que reciben menos comida y de peor calidad, son cosas que he comprobado y conocido. Las personas que se van a la calle porque el recurso social que les amparaba ha dejado de recibir subvención en el último año, son una realidad, y son muchas y en aumento. Los daños de esta debacle social son paliados  en su mayoría y a duras penas por voluntarios (ha aumentado en un 20% el número de solidarios desde que empezó la crisis) y trabajadores comprometidos, muchos de los cuales no tienen trabajo, lo acaban de perder, o viven con el temor de que esto ocurra en cualquier momento. Me pregunto cuánto podremos resistir las personas que amamos este sector, y cúanto se mantendrá el entusiasmo por ayudar, cuando nosotros mismos estamos casi pisando el otro lado de la línea.

Pero si resisto con la palabra...

    

Sobre mi voluntariado con personas sin hogar he escrito más AQUÍ

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sábado, 16 de marzo de 2013

Espacios en blanco

22 minutos fue el tiempo que pasó hasta que el niño Mario irrumpió en  la clase junto con el jefe de estudios que le acompañó hasta su mesa.

"¿Le has enseñado a la profesora de apoyo tu examen de lengua? ¡venga, enséñaselo!” Él, adulto. Autoritario. En su rol. Muy joven, alto y rubio. Guapo. En plenitud y demasiado cerca de la cara del alumno, pensando que lo hace bien. Cree que aprecia al niño, y yo no diré lo contrario. Pues yo sólo hablo de lo que vi: a un hombre obligando a un niño a enseñarme su examen de lengua de 1,5 de nota,  delante de sus compañeros, callados y complacencientes porque esta vez no "eran ellos" los castigados. Yo observaba y pensaba que un día no muy lejano, este niño ya no significaría nada para este hombre. Y sabía porque siempre ocurre, que el cerebro del niño seleccionaría la impresión más fuerte registrada de la imagen de ese hombre: su mano en el hombro o su humillación. 

 El alumno. Creciendo, lleno de contradicciones, rodeado de cosas que no entiende, su cabeza rinde al máximo y no para responder a exámenes de lengua, si no para entender el mundo. Cuando tu mundo es "distinto" toda tu energía  se va en interpretar las diferencias, lo sé. Este niño. Mirando la mesa compungido, la nuca baja, la caída de ojos exacta que no pueden disimular las personas que están siendo avergonzadas. Sus hombros arqueados hacía adelante  que es la manera inconsciente de proteger el pecho ante el sufrimiento.  El examen dejado con desgana sobre la mesa con la nota más baja posible para que yo lo vea. Y a mí qué. Lo cojo, pero me da igual la nota, lo que me aterra es la humillación a la que está siendo sometido  delante de sus compañeros y de mí. Me siento igual que él, no sé a dónde mirar “Ya te he dicho  que aprendas a pedir ayuda, Mario” son las últimas palabras, duras e imperativas que el jefe de estudios pronuncia, su cuerpo tenso, los brazos rígidos. Y se va veloz dejándome la clase llena de apatía. Dos semanas más tardes Gerald otro alumno, me dirá después de que este hombre entre amenazando a todo el grupo: "ya no me acuerdo de nada de lo que estudié. Me he desanimado".  

Pero supongo que es así, alguien debe representar la autoridad y debe hacer que se cumpla, y que bien que no me tocó a mí.

Me siento detrás de la mesa de la profesora que me separa más si cabe de las emociones de mis alumnos. Repaso el examen de lengua, para descubrir que el problema en él no son los errores cometidos, si no justo los que Mario no ha cometido, porque de las 10 preguntas que componen el examen hay 5 sin responder... 
Es una pena que el jefe de estudios nunca vaya a leer esto, ya que incluso los nombres que uso son ficticios aunque las situaciones son bien reales, me gustaría poder aclararle a este señor, que cuando una persona ni siquiera intenta hacer aquello para lo que está plenamente capacitado, el problema no es de conocimientos, ni de mal comportamiento, si no de  voluntad, la cual está estrechamente ligada a nuestra identidad y a nuestra autoestima.
 
Es la voluntad  la que hace que nos levantemos cada día, la que hace que nos encaminemos al trabajo, al colegio, la que hace que decidamos, la que posibilita que nos expresemos. Afán, costancia, empeño, tesón, intención, deseo, gana, anhelo son sinónimos de voluntad. Cada pequeña acción que realizamos conscientemente nace de la voluntad,  y eso incluye coger el bolígrafo para intentar responder a todas las preguntas de un examen. En  la voluntad de hacer algo está implícita la creencia de que eres capaz de hacerlo. La voluntad nos define, nos impulsa, nos pone en acción, toda nuestra vitalidad física y mental se manifiesta a través de ella.
El examen de Mario, no era un acto de rebeldía, si no más bien una llamada de auxilio. Y los espacios en blanco lo que demostraban eran los espacios en blanco de su propia vida. Hacía tiempo que le veía triste en clase. No siempre me decía porqué, no le gustaba hablar de lo que le afligía, lo hacía con desgana, bajando la cabeza. Tono infantil evasivo. Entiendo. Ese niño está afectado por emociones que se le escapan. Y a mi también. Conocía su historia personal, los educadores contamos con esa información que se supone, puede ayudarnos en nuestro trabajo. Pero yo sólo le ayudo con las tareas 4 horas a la semana, y no se espera de mí otra cosa (¡que os jodan!) así que mi campo de acción para brindarle cualquier apoyo fuera de eso, es limitado.

Mario estuvo separado de su madre los primeros seis años de su vida, le tuvo joven lejos, en otro país, y cuando madre e hijo se unieron de nuevo en España, simplemente no se conocían. La madre había rehecho su vida, y en un mundo de pocas oportunidades, el niño fue una carga inesperada. Cuando le preguntaba sobre su infancia , Mario no me sabía decir con quien había vivido los primeros seis años en su país de origen, no recordaba si había sido su tía o su abuela la mujer que se había ocupado de él. Espacio en blanco. Decidí hablar con la directora aunque ya intuía lo que me diría: que era un niño complicado, con muy mal comportamiento debido a su difícil situación familiar. También me dijo que “afortunadamente” José Manuel, el jefe de estudios le estaba haciendo un seguimiento y conversaba mucho con él. 

 “Veo a Mario demasiado afligido en las últimas tres semanas. Creo que necesitaría el apoyo de un sicólogo. A lo mejor te parece muy fuerte esta palabra pero me parece un niño vulnerable a desarrollar depresión”  (...)
"La historia de Mario es… muy fuerte. “ Creemos que ha sido un niño maltratado en su país, puedes mirarle las marcas que tiene en la cabeza. No sabemos bien que es lo que pasó en esa época de su vida" 
  
Me acordé de las palabras del jefe de estudios: “te he dicho que aprendas a pedir ayuda” hay que saber poco de sicología infantil para decir algo así a un niño de 12 años. ¿Pedir ayuda? ¿no sabe que la premisa para pedir ayuda es saber que te ocurre algo? Si no lo sabemos muchas veces los adultos, cómo exigirle a un niño con la historia vital de Mario, que lo sepa y lo verbalice. Y por supuesto que el niño estaba pidiendo ayuda, cinco preguntas en blanco y el resto contestadas a boleo: ¿no es un claro grito de socorro?
 Cuando acabó ese día la clase, le dije a Mario que quería hablar con él. ¡Pobre! Se temió lo peor. “¡nooo, ¿porqué?! ¿qué he hecho?”. Esto lo repite continuamente incluso cuando has visto claramente que ha hecho algo que no debía, no para de repetirlo. Le cogí del hombro y caminamos por el pasillo. “Me da igual lo que diga el jefe de estudios sobre tu nota y tu comportamiento. En mi clase te portas muy bien y estoy contenta por eso” el niño se relajó y me cogió por la cintura. Entonces me di cuenta de que el jefe de estudios estaba detrás nuestra y lo había odio todo, pero a decir verdad me importó tan poco como la nota del examen  de Mario. En realidad es cariñoso y aniñado para sus doce años y busca tanto el contacto como un niño de 5. Una vez la madre vino a buscarlo y le dije que su hijo se portaba muy bien en mi clase y que era muy cariñoso, "sí, demasiado"  me contestó.

Una semana después, la directora me dijo que la madre de Mario quería mandarle de vuelta a su país porque le costaba hacerse cargo de él. Y porque  Mario representa su otra vida, aquella de la que huyó rumbo a España. Mario volvería para estar con un padre del que sólo conserva la dedicatoria de un viejo libro y con el que hace años que no habla. Desarraigarle otra vez tendrá consecuencias en la mente del niño, en su interpretación del mundo y en cada una de sus acciones futuras. El hijo heredando el sufrimiento de la madre y la madre el de su propia madre, en una cadena que ni el más implicado de los profesores, ni el educador más comprometido puede romper. 



* Todos los artículos de este blog, recogen mis experiencias personales y mi manera de interpretar aquello que vivo, la cual no tiene porque coincidir con la del resto de personas que lean mis palabras. No pretendo ofender a nadie, esto es sólo el reflejo, de una forma de sentir.